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Existe una neurosis normal en la infancia y los padres deben respetarla.


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Durante la infancia, los niños utilizan mecanismos de defensa neuróticos para poder manejar sus vivencias. Lo anterior es no sólo esperado sino necesario para que puedan terminar de consolidar su psique y conformar mecanismos más maduros y saludables. Es importante que los padres lo sepan para que en su desconocimiento no intenten evitar estas situaciones indispensables o acortar su duración. Lo anterior puede tener graves consecuencias para sus hijos. Dentro de los síntomas neuróticos infantiles hay que distinguir entre los “síntomas normales” que denotan una neurosis infantil, necesaria y transitoria, de los síntomas correspondientes a una neurosis auténtica e inevitable. En esta última, la angustia tiende a volverse crónica, a acompañarse de depresión y a agravarse con concomitantes somáticos.

Un ejemplo de la neurosis infantil normal sería la “angustia del octavo mes”. Esta angustia revela un desarrollo psíquico importante en el niño para quien la madre ya no es sólo un objeto funcional y tranquilizador pues ya empieza a ser una persona percibida en su totalidad. Esta fobia es la primera que sirve para elaborar la angustia de separación y es constituyente para el ser humano. Por otro lado, se ha encontrado que los padres de los niños alérgicos y en particular asmáticos refieren que sus hijos enfermos no presentaron este tipo de fobia a los 8 meses. Varios psicoanalistas exponen que si un niño no se despierta angustiado por las noches para llamar a sus padres, es que parte de la neurosis normal y transitoria de la que hablamos no se está organizando. Lo anterior indicaría una evolución psíquica inarmónica lo que hace que ese niño corra el riesgo de entrar en un funcionamiento mental carenciado.

Es importante comentar que los padres pueden contribuir a que esta neurosis infantil normal se desarrolle de manera adecuada y transitoria, que no se despliegue o que se vuelva crónica. La actitud ante las manifestaciones angustiosas de sus hijos y su disponibilidad emocional, adaptada a las diferentes edades de sus hijos, tendrá mucho que ver. La tolerancia de los padres es indispensable, si éstos aceptan ir a la recámara del niño cada vez que éste encuentra un pretexto más o menos válido para llamarlos, si le cuentan historias al acostarse, si aceptan que la puerta de la recámara permanezca abierta y la luz prendida, pueden contribuir a la disminución de la angustia. Naturalmente la evolución dependerá del sentido común que los lleve a imponer frustraciones razonables, a fin de que el niño construya mecanismos de defensa suficientemente sólidos contra la angustia. Un ejemplo de padres con poca tolerancia serían aquellos que por buscar, de manera enérgica y prematura que sus hijos obtengan el control esfinteriano, les ocasionan neurosis obsesiva. También puede suceder que los padres contribuyan al aumento de la angustia normal, en vez de disminuirla, cuando no permiten que sus hijos se apoyen en objetos tranquilizadores, puede ser metiendo a lavar sin consultar su peluche o cobija favorita o impidiendo que un lactante se chupe el pulgar.

Para terminar me gustaría decir que cuando ciertas conductas neuróticas, esperadas durante la primera infancia, no son presentadas por los infantes o son intentadas erradicar o corregir por los padres, se puede llegar a pensar que existe un riesgo en cuánto a la salud mental del niño. #padresestrella #padresquerespetan

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